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EL ENCUENTRO (parte I)
No recuerdo la primera vez que te vi, pero sí que recuerdo que no le di mayor importancia a aquel encuentro. Eras un joven más que se cruzaba en mi camino y con el que charlaba cordial y educadamente, teníamos cosas en común pero ahí acababa todo. Había visto tu trabajo, y me había sorprendido ver la dedicación que demostrabas a tu labor…
Cuando llegué a casa después de aquel encuentro, ya ni me acordaba de haberte visto aquel día, sólo había sido un encuentro casual con un desconocido con el que tuve una pequeña conversación, nada más. Hice lo de siempre: quitarme los zapatos y dejarlos en la entrada, quitarme el abrigo y dejarlo en el gancho de la pared del recibidor. Caminé descalza hasta el baño y me desnudé lentamente mientras dejaba que la bañera se llenase lentamente de agua. Tomé mi bote de sal marina y dejé caer su contenido al agua caliente, mezclándola con suaves y distraídos movimientos de mi mano derecha. Cuando me puse en pie para introducirme en la bañera, alcé mi brazo izquierdo para acariciar las conchas que había recogido hacía años en la playa donde crecí y con las que había formado un móvil con ayuda de palos y cuerdas.